El derrumbe de las ventas por un mercado interno en crisis, la falta de competitividad y la inflación generaron un escenario de contracción, que expulsó a más de 110.000 empleos desde el 2015
La industria fue el sector de la economía que más sufrió́ durante el 2018. La recesión en las fábricas, sin embargo, no fue sorpresa para los empresarios del sector porque desde la Unión Industrial Argentina (UIA) habían advertido de los inconvenientes que el plan económico del Gobierno había sembrado a futuro desde su inicio. Sin embargo, los sectores se debatían en saber si existía “impericia”, con posibilidad de corrección a través de medidas consensuadas, o si en realidad se trataba de un cambio de perfil productivo.
Las estadísticas muestran que desde mayo la actividad manufacturera comenzó́ una retracción sin fin que se extenderá́ hasta diciembre del 2018, pero que tendrá́ continuidad para buena parte del año próximo, según los especialistas del sector. La caída de los sectores fue pronunciada pero en etapas. Recién en agosto y septiembre comprendió́ a casi todos los rubros, golpeados por un mercado interno sin ventas e importaciones que desactivaron varias unidades productivas.
La baja sectorial tuvo un antecedente mucho más preocupante: la comparación es con una tasa de actividad que ya había sido afectada por la crisis del 2016, cuando la industria sufrió́ los efectos de una política antiinflacionaria que la ponía en el centro de la tormenta. Allí́ se vio el fuerte impacto de las importaciones sobre la producción de sectores sensibles.
La utilización de la capacidad instalada fue otra de las muestras que confirmaron la recesión. Las maquinas sin usar en las fábricas explicaron la reducción de más de 110.000 puestos de trabajo desde la asunción de Cambiemos en 2015. La sangría promete continuar durante los próximos doce meses, según advirtieron los empresarios del sector.
La causa de los cuadernos centró las miradas en las empresas de obra pública, pero golpeó en efectos a la industria. La caída en desgracia de la construcción, uno de los pocos sectores dinámicos de la economía local, detuvo la demanda de productos metalúrgicos, entre otros. Pero no fue el único efecto negativo porque el procesamiento del CEO global del Grupo Techint, Paolo Rocca, fue leído como un hostigamiento a los grupos económicos locales que apuestan por una cadena de valor integrada por pymes locales, en el medio de un avance de intereses internacionales que se debaten en la guerra comercial mundial.
Las tasas de interés para controlar la corrida cambiaria fue el sello que marcó la segunda parte del año para la producción manufacturera. “Quedó confirmado que para el Gobierno, la industria es la generadora de inflación”, se lamentó́ -off the record- el dueño de una fábrica local que supo ser uno de los principales defensores de la llegada de Mauricio Macri a la Presidencia.
El ministro de Producción y Trabajo, Dante Sica, les había prometido a los industriales de la UIA que la tasa iba a ser temporaria. “En 45 días bajan”, dijo y dejó gran parte de su credibilidad en el camino. “Es Lord Farquaad”, decían los empresarios en la Conferencia Industrial de agosto. Si bien la comparación estaba asociada a la similitud con el personaje de la película infantil Shreck, en ese momento de profundización de la crisis sectorial y con cambios en el Gabinete económico, los industriales creían que estaba destinado a “entretener” para que no haya quejas por la situación.
Lejos de la confrontación, los industriales les llevaron cientos de propuestas a los distintos funcionarios de Gobierno. El primer cortocircuito público fue el protagonizado por el antecesor de Sica, Francisco Cabrera, quien los tildó de “llorones”, ante las reiteradas quejas por la proximidad de una recesión industrial que era contrastada con números auspiciosos de parte de los funcionarios.
Para colmo de males, la baja de reintegros y la aplicación de retenciones a las exportaciones, más un incremento de los impuestos a pesar del Pacto Fiscal, dejó claro que la inseguridad jurídica dejó sin posibilidad de retorno a las inversiones productivas.
Así́, no sorprendió́ que en los últimos días del año el presidente de la UIA, Miguel Acevedo, haya dejado ver el descontento generalizado de la entidad manufacturera más importante del país, y motor de la economía regional junto con los industriales brasileños. Y si bien se mantiene la grieta entre los que hablan de “mala praxis” y los que acusan al Gobierno de “desindustrializador”, todos coinciden que llegó al fin el cheque en blanco firmado a Cambiemos.